La pandilla interior
Por Lorena Salmón | 4 de febrero 2016
Fui periodista por descarte. Estaba estudiando derecho en la UPC,  carrera que no me latió ni en lo más superficial de mi corazón y después de un año abandoné. La única opción viable era periodismo, que felizmente me gustó, me inspiró, me motivó. Aún asà  a los 20 años, mi mente todavÃa estaba enfocada en encontrar más  a un chico que una buena noticia que contar.
Por contactos, como la mayorÃa de dinámicas en esta ciudad, entré a trabajar a Caretas hace quince años, y allà los conocÃ.
Méndez, el de la izquierda, pelucón, dramaturgo, disparatado,  y en ese entonces a cargo del área cultural de la revista. Jerónimo, erudito en todo, poeta y excelente escritor, era como el reportero estrella. En realidad, los dos.
Y ahà estaba yo. Practicante en el área de inactuales, sin sueldo, sino más bien con la responsabilidad de ganarme ese espacio. Qué miedo.
Nuestra amistad no fue inmediata. CompartÃa en aquella oficina gris, congelada en el pasado, sin el mÃnimo toque femenino; un escritorio con Jerónimo que en ese entonces duplicaba su forma fÃsica. No sólo estaba incómoda, sino que estaba PERDIDA. Toda mi energÃa enfocada en nebulosas que me evitaban encontrar temas que presentar cada lunes de reunión editorial. Les juro que era lo que más temÃa: Méndez y Jerónimo siempre tenÃan que proponer, yo heredaba  sus notas o me encargaban lo que nadie más querÃa hacer.
Al principio no sé si fue algo de recelo o desconfianza hacia la nueva  que no se quedaba en las madrugadas en los cierres ( como todos ellos) o que andaba pensando en musarañas antes que en su trabajo pero no fueron los más amables del mundo. Aún asÃ, pude conquistarlos. 🙂
No sé qué hubiese hecho sin ellos la verdad. No sólo me instruyeron, como maestros zen; sino que me rescataron. Esos años, dejábamos que la tristeza tiñera nuestros dÃas y generalmente la ahogábamos con papas fritas  y ensalada ( Jerónimo era vegetariano) y en las noches con demasiadas cervezas.
Se convirtieron en mis  mejores amigos, confidentes, en mis pilares los dÃas más complicados, esos en los tenÃamos que salir de la oficina a tomar aire aunque sea a la plaza  a darle de comer a las palomas; mis compañeros de almuerzos, cenas y de las noches sin fin en cada bar de mala muerte donde caÃamos a hablar de la vida que dura que era.
Méndez se casó con una mujer increÃble y migró junto con ella. De vez en cuando aterrizan por aquà y trato de verlo, abrazarlo y repetirle lo mucho que lo quiero.
Jerónimo ha sido como el buen mejor amigo de mi vida. A pesar de que esté escribiendo esto en vez de almorzar con él hoy,  porque asà es la vida cuando tienes mil cosas que hacer.
En el fondo, no importa que no los tenga tan cerca. El lugar que ocupan en mi corazón tiene su nombre y apellido. Fueron  y siempre serán mi pandilla.
La pandilla interior.
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Que linda amistad !!