Una pausa

Por Lorena Salmón | 11 de diciembre 2015
4 Comentarios

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El fin de año para muchos es sinónimo absoluto de estrés. Pero en mi casa, la cosa venía de atrás: mi marido después de trabajar 10 años en una oficina, tomó la valiente decisión de cambiarse de trabajo. Después de 10 años.
En setiembre, hace poquito, yo también di ese paso creando esta plataforma con la ilusión de poder finalmente escribir en un espacio que vaya de acuerdo con quien soy ahora.
Han pasado 4 meses desde que decidí no tener ayuda en casa y después de ese tiempo, y a pesar de que soy una pésima cocinera, que me salteo personalmente algunas comidas porque me da flojera andar preparándome lo que necesito; que mis hijos aún me hacen la batalla para lavar su plato y botar la basura; que me quemo cada vez que meto la mano al horno ( y debería consultar un especialista para eso); que no salgo prácticamente a la calle porque no tengo con quién dejar a mis hijos; he decidido permanecer así. Sí, es una decisión propia, así que a interiorizar las quejas domésticas.
Por eso la semana pasada, una de esas mañanas donde una no se levanta con la mejor de las ganas; de hecho me puse a cantar mantras (para los que no saben lo que son los mantras, son oraciones que se cantan, son una suerte de plegarias). Cantaba y cantaba uno especialmente invocando la prosperidad, sentada en el suelo de mi oficina hasta que me levanté, abrí el correo y encontré mágicamente una invitación a Chile, con todo pagado, para cubrir un lanzamiento de un libro de moda.
Conozco Chile, de hecho, no hay mucho de Santiago que me atraiga pero contesté inmediatamente : allá voy.
No pensé en el cambio de vida ni el cambio estructural que mi marido estaba viviendo y si lo hice, utilicé el ¨Si ni quieres que vaya, me quedo¨ de manera retórica: en el fondo deseaba que no me ponga ninguna traba, ese viaje a Chile era la excusa perfecta para romper mi rutina de ama de casa trabajadora chofer escritora de web profesora de yoga por unos días. Así que los dejé a todos. A él con su trabajo nuevo, a mis hijos que generalmente no están en la situación ¨nos quedamos solos con papá¨, a mi misma sentada en la computadora desde las seis de la mañana.
No me gusta viajar sola, soy maridodependiente en todo sentido: no puedo dormir si no lo siento al lado, pienso en brujas, fantasmas y ladrones que puedan entrar y poner en peligro mi integridad; pero tenía un cuarto grandote con dos camas queen y cómo no iba a aprovechar de un espacio así para descansar.
Las noches que dormí ahí, fueron pésimas: me despertaba como pollo a la brasa, sudada, con temor a mirar hacia la puerta y que mis supersentidos puedan percibir cualquier movimiento o sonido que otros no puedan detectar; pero salvo las noches y ese mega reto que tengo desde niña que es aprender a dormir sola sin necesidad de ningún truco o ayudadita, los demás días fueron de aprender a convivir conmigo, desayunar sola y cenar sola, tradiciones que había olvidado desde que soy mamá.
La última vez que tuve la valentía de irme sola ( por otro viaje de trabajo), terminé llorando en Venecia desesperadamente en pleno Puente Viejo pensando que me moría ahí mismo de un ataque de ansiedad.
Así que sí, soy un desastre cuando se trata de separarme y enfrentarme sola en un espacio desconocido o poco familiar.

Felizmente mi estadia fue tan agradable, conocí gente tan increíble, reí sin parar y lloré ( porque acaricié un perro lleno de garrapatas y pensé que me regresaría a Lima infectada); y disfruté de estar lejos, de extrañar, de sentir que soy Lorena Salmón antes que esposa, madre, dueña de mascotas ingratas. Así que regresé feliz y agradecida por la oportunidad de desconectarme para volverme a conectar.
Sí, les escribo después de haberles hecho el desayuno de nuevo a mis hijos, de haberme preparado al fin algo a mi misma ( mi extracto verde), de haber sobrevivido a la semana final del colegio de mis hijos con uno de ellos enfermo y madrugarme todas las noches; de reencontrarme con mi marido y prometerle que nunca más lo dejaré en coyunturas difíciles para él; para continuar adelante, a seguir avanzando, a seguir poniéndole las ganas que tengo y las que no, en terminar este año con la cabeza en alto y sobretodo agradeciendo: porque lo difícil,  eso que nos hace patalear;  eso es lo que realmente vale la pena experimentar. Esa es la vida: la que te enseña y te da.

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4 Responses to “Una pausa”

  1. Mona Rojas dice:

    Qué paja encontrar otra mujer adulta que no sabe/puede/teme/quiere dormir sola! Yo tampoco tengo ayuda en casa (nunca la he tenido y hasta donde pueda no la tendré) porque soy una maniática y no soportaría que nadie toque mis cosas y por supuesto que jamás conseguiría que alguien las haga como yo quiero. En fin, manías aparte, entiendo los ajetreos del fin de año (a mi se me ocurrió la brillante idea de pintar mi depa, sí, yo solita!) y aún así y seguramente por eso, esta es la mejor época del año para mi. Con tantas cosas por hacer, me siento mas dueña de mi hogar que nunca, mas empoderada como ama de casa a pesar que por lo general soy un desatre (no me gusta tener que cocinar, lavar, planchar… todos los días!). Amo esto de ser ama de casa y a veces creo que tiene que ver con mi niña interna que casi siempre usurpa el lugar de la mujer adulta y de pronto me siento jugando a la casita, seguramente ayuda a esto el mínimo tamaño de mi depa o simplemente el saber que estoy en mi lugar en el mundo. Ese lugar que seguramente no era el que imaginé cuando era chica y que ahora, de grande, no cambiaría por nada del mundo. Gracias por propiciar siempre estas introspecciones.

  2. Antonia dice:

    Lindo post Lorena!!!

  3. Veronika dice:

    Me encanto!! Me sentí totalmente identificada y no la única en el mundo "loca" que siente todas esas cosas!! La rutina te absorbe y ahora que regresamos a Lima con toda la familia después de haber estado más de 5 años fuera con todo ya "seteado", uno se siente como desubicado, como nuevo en todo. Me hizo bien leerte, me relaje aunque sea un rato 🙂

  4. Laura. dice:

    Inspiradora!

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