Suplente
Por Lorena Salmón | 3 de diciembre 2015A H le apasiona el fútbol. Es chiquitito y la esperanza de convertirse en un Messi lo tenÃa emocionado. Por más que jugara fútbol en todos los recreos, de que sea su pasión y de ser bueno, en el colegio habÃan decidido obviarlo. No lo convocaban para se parte de la selección. Bah. El pobre se habÃa resignado y me habÃa pedido que por favor lo inscribiera en un club donde sà tomen en cuenta su potencial.
Con esa decisión en mente y averiguando sobre la mejor opción, llegó por fin el correo esperado: convocamos a su hijo a entrenar para la selección. Todo cambió, su confianza en él, la emoción que le despertó me emocionó a mi como si yo fuera a usar los chimpunes, finalmente comenzarÃa  a entrenar, a ser parte de ese equipo que soñaba.
Hace un par de semanas además le tocó participar en un campeonato entre colegios. Me imagino que su reciente incorporación lo ha mantenido como suplente. SÃ, mi hijo es suplente y se sienta la mayor parte del partido en la banca.  Aún asà los 10 o 15 minutos que juega son vitales para él, ya es parte, ya está adentro. Además, qué más da: a los suplentes con dignidad.
La semana pasada fui a verlo, a alentarlo, y a pesar de estar en la banca casi todo el partido, pensé que como madre me tocaba acompañarlo, ser parte de todos, demostrarle que son un equipo, que no importa que él no juegue porque es parte igual de ellos.
Cuando lo metieron al partido, mi corazón se salÃa de nervios, ¿cómo lo harÃa, estarÃa listo, jugarÃa bien? Y mientras lidiaba con mis inseguridades, me pasó lo siguiente: un abuelo que estaba sentado detrás mÃo lamentaba cada pase que le daban a mi hijo:  A él no. No le pasen la bola al chato. Y yo ahà a su costado.
Me dolió tanto que me paré y me fui a terminar de ver el partido en otro lado.
Ganaron ese partido y llegaron a la final  y ¿saben qué? Me dejé ganar por el miedo, no querÃa de nuevo escuchar nada negativo de mi hijo. Asà que en el partido de la final me la  pasé  inventando excusas para moverme de la tribuna y no verlo. Tal cual. Con eso me perdà sus únicos 10 minutos de juego. Que vergüenza. Además ganaron y salieron campeones.
Me arrepentà de no poder lidiar como adulta con lo que no me gusta: escuchar criticas de mi hijo. Me arrepentà de no ser suficientemente fuerte como para aceptar que la vida es asÃ. Pero más aún, me decepcioné de mi misma porque no puedo asà ser ejemplo de nada: ante la adversidad uno no se da la vuelta,  al contrario da la cara.
Lo bueno de esta historia es que soy  consciente y en busca de redención confieso que tengo un nuevo terreno donde trabajar conmigo. Asà que me digo a mi misma y con ustedes de testigos:  manos a la obra, porque no quiero nunca más  volver a perderme sus 10 minutos en la cancha.
Tags: maternidad, miedos
Por ellos todo, peleamos o aguantamos lo q nunca pensamos; pero sobre todo aprendemos, su persistencia y las ganas que le ponen cuando algo de verdad les apasiona. Linda y aleccionadora nota. Felicidades
Asà es! Odia los dÃas se aprende algo, a trabajar en ello. Yo no sé qué hubiera hecho en tu lugar, gracias por compartirlo y por la sinceridad de tus palabras
Quise decir "todos los dÃas…"