Segunda oportunidad

Por Lorena Salmón | 20 de diciembre 2015
Sin Comentarios

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Mi marido siempre me dice que la mejor virtud de alguien es también su más grande defecto. En mi caso, sé que poder expresarme con palabras es uno de mis dones (sí, algunos dones tengo). Pero también es un arma de doble filo.

Siempre digo lo que pienso. Generalmente cuando escribo, escribo lo que sale innatamente, sin edición, y en un acto de enfretamiento disfrazdo de compulsión ( aprieto el enter que hará visible al texto), publico. No lo leí antes, no lo pensé mucho, simplemente lo comparto.

Mi psiconoalista además confirma que tiendo a ir a la polémica para ubicarme en una categoría: lo que está bien, lo que está mal, lo hago , no lo hago, me aprueban, no me apreuban.

La verdad es que si la polémica es una herramienta que inconcientemente he estado utilizando, quisiera confesar que estoy en realidad en busca de calma. Por eso ayer mismo, emití opinión respecto a un tema específico con cierto juzgamiento y cuando después de hacerlo, comprendí que podría generar polémica, ya era tarde. ¿Lo borraba? ¿No lo borraba? Lamentablemente y felizmente, estamos en una época donde lo que pasó un día, al día siguiente nadie lo recuerda. Todopasarápido.

Así que borré lo que escribí y pensé al respecto la tarde de ayer entera. ¿Por qué lo publiqué? Quería que mi opinión se leyera. ¿Para qué? Para sentir que tenía la razón sobre algo, pero y ¿qué tal si no? Por ahí me comentaron que no juzgara, que inevitablemente o no hice frente a una situación.

Me faltó flexibilidad y compasión. Así como suena. Es una virtud que la mayoría de gente sobredimensiona al nivel de creer que tiene que ser como la Madre Teresa de Calcuta para ser compasivo. En realidad es básica como pilar de cualquier superficie. Necesitamos ponernos en los zapatos de los demás. Eso y entender que cada uno anda en su propia lucha.

Dificilísimo es poco. Lo veo diariamente cada vez que salgo en carro y me siento en una batalla campal donde los demás, pisotean completamente los derechos del resto: autos que se pasan el rojo con naturalidad; otros que se meten en contra porque no quieren esperar, los que bloquean los cruces en rojo sólo para que tú no pases. En fin. Y eso es una manifestación mínima, uno de los tantísimos síntomas que demuestran que vamos por mal camino.

Yo quisiera mejorar. Me rio mientras lo escribo porque me siento en los primeros años del colegio cuando te preguntan qué quisieras ser de grande.

La buena noticia es que al menos ando más consciente. Y , la mejor de las noticias es que cada segundo es una nueva oportunidad.

Tenemos suerte.

 

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