La Ruta Feliz de Lalombriz

Por Lorena Salmón | 31 de agosto 2017
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POR ANAIS FREITAS


Nunca me consideré una persona espacial, hasta que comencé a parar con
arquitectos. Ni alguien artístico, hasta que me inyectaron arte por las orejas y
funcionó. Lo único que siempre me he considerado es verbal, verbal a más no
poder—alguien que encuentra el confort simplemente conversando de lo bueno, lo
malo y lo feo con una taza de café en cualquier rincón del planeta. Y sí que lo
cumplo, carajo.
Pero ser emprendedora, Millenial, gestora cultural, ponle el bendito rótulo que
quieras, hizo que transformase todos los cafés de Lima que antes asociaba con el
ocio y la buena cháchara en mi pseudo-oficina. Comencé a gestarwww.myopia.media,
el colectivo de voces que acabo de relanzar con una limonada citrus en Bottega
Dasso, luego pasé a Café Lima. El pie de maracuyá de Ana Avellana hizo que mi
fase ahí dure más de la cuenta. Aromia, Movement Surf and Café, Bissetti, La
Bodega Verde. Desarrollé una destreza incomparable a la hora de ubicar enchufes,
me hice íntima de la gente que trabajaba ahí. Empecé a reconocer a la gente que
cómo yo, estaba ahí “chambeando.” Una vez hasta conseguí unfreelo por intervenir
en una conversación ajena. Así soy yo, impertinente.
Ya cuando abrieron Puku Puku de Pardo y Aliaga, mis amigos me empezaron a decir
que estaba en la ruta emprendedora del café por Lima. Y de hecho lo estaba y me
parecía bacán. Pero sucede que la gente no usa los cafés para eso, o no debería.
Yo tampoco debí. Se me mezclaron los mundos y ya no podía entrar a ninguno de
esos espacios sin pensar en chamba. Llegó un punto, tras más de un año de andar
en estetour,en el perdí el enfoque y por ende, las ganas de chambear.
Virginia Woolf fue una escritora inglesa que tiene un ensayo que se llama“A Room
of One’s Own,” “Un Cuarto Propio.” En él y anterior a su época, habla de la
importancia de que las mujeres, y agregaría también que las personas, tengan un
espacio destinado para trabajar. Se me metió en la cabeza entonces que lo que yo
necesitaba, más que una ruta nomádica y cafetalera por Lima, era un espacio
estacionario—algo constante que no rote ni se distraiga cuando mi mente quiera
hacerlo. Eso y vibras creativas, positivismo, ganas de “hacer las cosas bien y
no varias veces,” cómo dice Camilo. ¡Necesitaba un ofistudio!
Hace dos semanas, calculé la cantidad de dinero que gastaba en un café (mínimo)
multiplicado por 5 días a la semana. El total coincidía con lo que me costaba un
espacio en una oficina compartida que luego titulé el “ofistudio” porque es una
mezcla entre una oficina y una studio de diseño. Tengo mis libros, mis
esculturas de la universidad y una serigrafía que hice hace años que dice
“cuéntamelo todo y exagera” al frente de mi mesón de escritorio. Finalmente,
encontré el nirvana.
Mi intención para nada es dejar a todos los cafés antes mencionados sin clientes
sino más bien, enfatizar que si lo que necesitan es chambear, no lo confundan
con chismear. ¡Por que no es lo mismo! Chismear es deli. Chambear, no siempre.
Tener un espacio para crear independiente de mi casa o de los cafés que antes
solo relacionaba al ocio puro, me ha devuelto las ganas de emprender, gestar,
proyectarme al futuro y con todo con Myopía y con lo que se venga en el camino.
Sobretodo, el espacio correcto me ha enfocado en un solo destino: el de crear y
distribuir contenido épicoparagente épica ycongente épica. Así de fácil. Cuando
trabajas sola o con un equipo tan aleatorio y errático cómo el nuestro, es
difícil encontrar el enfoque. El ofistudio me lo dio. Esa es mi ruta feliz.
Anais Freitas Eléspuru
www.myopia.media@anaislalombriz

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