Bienvenida tristeza (y cómo llevar un luto)

En el último año medio me ha tocado vivir dos veces: “La muerte de seres queridos” .Mi esposo Steve y mí adorado hermano Javier.
La muerte de un hermano, es muy triste, el corazón se rompe de una manera inexplicable, pero se vive de otra manera. Más familiar. Se llora con la tribu. Se protege a los cachorros, hay otra dinámica.
En cambio la muerte de tu pareja, es muy diferente. Por pareja entendemos que son dos seres que tienen una relación y se complementan. Son el uno para el otro. Él es tuyo y tú de él.
Hoy hablaré de la muerte de mi pareja y cómo la llevo. Pero antes es inevitable recordar y reflexionar sobre la muerte de mi padre y cómo lo llevó mi madre.
Cuando mi padre fallece yo tenía 24 años. Mi entorno familiar cambió mucho. Como todo giraba en torno a él, la vida de mi madre y la de toda la familia cambió radicalmente. Si bien económicamente no tuvimos gran cambio, mi madre pasó un año sentada en un sillón leyendo y recibiendo a sus amigas. Solo un año después retomó su vida cotidiana. Ella tenía solo 60 años, y para mí ya era una señora mayor dedicada a su casa y a sus hijos.

Pensar que yo perdí a mi esposo a los 59 años y hoy a mis 61 siento que me puedo comer el mundo , tengo una linda familia, buenos amigos , miles de planes, invitaciones, viajes, me siento joven, fuerte, alegre y agradecida a todo lo que Dios y la vida me han dado.

Pero hay un espacio de tiempo, entre la muerte del ser querido y el volver a sentir que puedes retomar tu vida, que duele y que hagas lo que hagas, no se puede evitar.
¿Cuánto dura ese tiempo? Depende de cada persona, y de la actitud que tengas hacia la vida. Una cosa es lamentarte y llorar el día entero y otra es tratar, aunque te cueste, de salir adelante, haciendo pequeñas cosas, que en tu rutina diaria pueden parecer fáciles, pero en esos días son muy pero muy difíciles. Por ejemplo, yo me propuse una rutina en las mañanas al despertar, salir de la cama lo más rápido posible, e ir a caminar por el malecón, el parque, o dar una vuelta a la manzana. Evitar quedarme en la inmensidad de la cama vacía mirando su foto en la mesa de noche y preguntándome: ¿por qué?
Por otro lado a diferencia de mi madre, yo trabajaba y volví a la oficina para llenar el día. Pero a pesar de haberme dedicado con pasión durante 42 años al mismo trabajo, al regresar sentí que ya no era igual, que mi vida estaba vacía y que tenía que cambiar. Y así lo hice.

Muchos psicólogos dicen que dejar un trabajo es otro gran duelo, puede ser, pero para mi fue un cambio que fortaleció mi espíritu. He volcado ese cambio de vida a dedicarme a mi persona, a mi familia, a mis amigos y a mi casa. En ese orden. Retirarme ha sido una inyección de vida fresca fabulosa, porque nunca había tenido tiempo para estas cosas que se escriben tan fácil en unas tres líneas, pero que tienen un valor incalculable en mi espíritu.

Un cambio siempre es importante, pero la familia también lo es. Gracias a Dios vengo de una familia tradicional y numerosa donde se cultivó la unión. Para mí tener la casa llena de hijos, hermanos, sobrinos, esposas de los hermanos, enamorados y enamoradas de los hijos, sobrinos, perros, gatos y a la espera de nietos propios o ajenos trae tal felicidad y endorfinas a mi vida que lo recomiendo altamente. Tengan presente que las endorfinas son pequeñas cadenas proteicas del organismo que pueden ser hasta 20 veces más potentes que los medicamentos para el dolor.
Y si de personajes importantes se trata no puedo dejar de mencionar a los amigos porque siempre tienen que estar. ¡Los amigos! Personajes únicos, inigualables, indispensables para el proceso de un duelo, no existe la fórmula humana para completarlo sin su ayuda. Llámenlos a la hora del desayuno, almuerzo, lonche y comida, media noche y amanecer, los verdaderos siempre estarán ahí con las palabras precisas.

Otro factor importantísimo en mi experiencia de duelo fue el entender que no hay que tener rabia por la pérdida del ser querido. A los pocos meses de la muerte de Steve exploré la meditación con el grupo Brahma Kumaris y a los 6 meses me fui a la India con ellos a un retiro. La gran enseñanza que traje es la que hasta hoy atesoro en mi corazón y que me hace sentir única y feliz. Yo fui realmente amada por Steve, quizás no por muchos años, ya que estuvimos casados solo 10. Pero fueron intensos hasta cuando por nuestro carácter, peleábamos como perro y gato. El amor nos unió en la vida y en la muerte porque tuve la suerte de estar a su lado cuando su alma dejó el cuerpo que tenía en este mundo, para crecer. Entendí que no muchas personas son bendecidas así y fue el inicio del encuentro de la paz dentro de mi propia alma.
La duración del tiempo del duelo es imposible de medir, tampoco sé exactamente cuanto tiempo tardé, ni sé si ya terminó. Pero sí puedo decirles que desde el momento que puedes hablar de la persona amada con alegría, recordar momentos de felicidad, reírte en complicidad de ciertas cosas, has doblado la esquina, estas volviendo a ser tú, pero más fuerte y mas preparada para seguir adelante.

Nunca olvidaré un día al inicio de mi duelo, cuando una señora, a la cual respeto mucho y que fue mi clienta por unos años me dijo esta celebre reflexión: “qué suerte tienes de poder llenar tu vida de recuerdos maravillosos, de fotos, de vivencias llenas de amor y felicidad. No sabes qué triste es cuando terminas una relación en la que todo tiene que romperse, borrarse, eliminarse de tu vida, porque no solo se han ido sino que te han hecho tanto daño , que solo quieres olvidar”.
Finalmente les digo que cuando uno recuerda con amor y está en el proceso del duelo, es bueno recuperar fotos de momentos felices, rodearte de ellas, ponerte su chompa, yo me he mandado a hacer un par de anteojos con sus monturas, no sé, tomar tu jugo de las mañanas en su vaso de whisky, recordarlo con amor y con alegría.

La muerte definitiva en realidad no ocurre hasta aquel día en que la última persona que te recuerda desaparece.

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