Una valiente se enamoró
Por Lorena Salmón | 19 de octubre 2016 5 Comentarios
Por Ursula Alvarez Gutierrez
Una señora que conozco se zambulló en un amor hace tiempo, sin flotador. Salió hecha tiras…pero claro que no se murió, porque nadie se muere de amor y mucho menos una valiente. Está abollada y más loca, pero casi completa, dice. Me ha pedido que cuente su historia. Según ella, el final fue tan doloroso que casi la hizo desear que no hubiera habido un principio, pero me cuenta que está empezando a olvidar los detalles que la hicieron pensar que todo valÃa la pena, y no quiere que eso pase. Dice que puede aguantar el dolor pero no que esas memorias desaparezcan como si nunca hubieran sucedido. Obedezco su pedido y espero hacerlo bien. Misión cumplida amiga mÃa, tu historia de amor queda por escrito. Para los que no entiendan las metáforas, el novio enfermó. He aquà lo que ella vivió…
Treinta años después, de él ella sólo recordaba el nombre y muy vagamente unos insolentes zapatos rojos, la actitud de malandrÃn y el pelo largo como usaban los chicos a finales de los ochenta. Más bien sà recordaba clarito, clarito, que el pelucón de zapatos coloraaaos la tuvo desconcertadÃsima porque le dio poquÃsimos besos… tendrÃa que haberle dado muchÃsimos más porque eran adolescentes enamorados y a esa edad los enamorados eran para chapar como locos. Haciendo un esfuerzo se acordaba también del jardÃn de la casa de una ‘fiesta de quince’ donde él ‘le cayó’. Y nada más: ni cómo se conocieron, ni cuánto tiempo estuvieron, ni por qué pelearon. Taantas vidas después, cuando él volvió a buscarla, era casi-casi un ‘concepto’ para ella, un recuerdo muuuy lejano…pero cuando volvió a verlo se sintió increÃblemente cómoda. Fue como reconocerlo de verdad, no sólo a su envoltura sino a su alma…qué olor tan entrañable, qué mirada tan intensa, qué ojos tan bonitos pero tan inmensamente tristes, la pregunta muda: qué te ha dañado tanto?
Entre los dos sumaban cuatro divorcios, tres hijos vivos y un par muertos, varios paÃses, muchas alegrÃas aunque quizás más dolores, innumerables e inimaginables historias que contarse. Cuando se fueron a vivir juntos conocÃan más o menos la mitad de esas historias. El dÃa que él la alcanzó en su primer departamento juntos, el cielo se unió a su fiesta y se vistió de arcoÃris…como si el mar azuuul en un paÃs de mares verdes, el cielo turqueeesa, las palmeritas y la felicidad absoluta no hubieran sido suficientes para sentir que sus vidas, las de verdad, recién comenzaban.
Por las mañanas él la dejaba despertar a su propio ritmo y le hacÃa el desayuno y por eso ella se sentÃa la más amada y la más suertuda. No le hablaba hasta que ella se amistaba con el mundo al que odiaba todos los dÃas al despertar. Mudo, le pasaba su primera taza de café y asà hacÃa que ella ganara la primera batalla de su guerra diaria contra la vida: no tenÃa que preparar su café solita sintiéndose el adefesio desechado de Morfeo.
Conversaban, conversaban, conversaban. Renegaban con la polÃtica, se burlaban de las tonteras de la vida y vivÃan como quien juega-a-la-casita las cosas ridÃculamente cotidianas y simples. Se abrazaban fuerte, laaargo y callados. Él desperdiciaba valiosÃsimo tiempo en unas duchas in-ter-mi-na-bles en las que además de remojar y refregar toda superficie y orificio cantaba a todo pulmón llenando tooodo el departamento con su vozarrón al ritmo que le provocara el dÃa: desde José José hasta casi-casi salserÃn con mucho swin. Ella veÃa al techo saltar y bailar al son de su cantor y se morÃa de furia porque demoraba demasiado en el baño en vez de estar a su lado, o encima, o debajo, y a la vez se morÃa de la ternura, se morÃa de la risa, se morÃa de la felicidad, se morÃa de tantas cosas juntas que se dejaba morir nomás hasta revivir a besos perfumadÃsimos: Mami! Te dormiste!
Se cuidaban, se observaban, se reconocÃan, se mostraban las cicatrices. El escuchó sus historias… la vio empequeñecida y aterrada con bebés muertos sin nacer y matrimonios con finados, la vio valiente peleando y perdiendo una pelea imposible, por ajena, contra una enfermedad abominable con forma de monstruo que roba gente amada, la vio adultÃsima corriendo entre demasiados trabajos y despidiendo a demasiados amores, la vio perdiendo y la vio ganando, la vio olvidándose de sà misma y volviéndose a recordar, la vio siendo la mocosa a la que sólo dio tres o cuatro besos respetuosos y la vio ser mujer. Y la quiso mocosa y la amó mujer.
Ella conoció algunas de las muchÃsimas razones de la tristeza inmensa en esos ojos preciosos, capturaba los detalles de sus historias y los guardaba en el fondo de su memoria para comprenderlos después, cuando le dolieran menos, cuando lo urgente no fuera darle a él el alivio de su oÃdo y de sus manos. Se conmovÃa y enternecÃa, se impresionaba o estremecÃa con las crónicas de ese hombre tantas veces muerto y resucitado. Lo vio implacable y lo vio generoso, lo vio sabio y absurdamente errado, lo vio amado y traicionado, lo vio necesitado y desechado. Lo vio deshecho y vuelto a armar. Lo vio envilecerse y ennoblecerse. Llegó a la conclusión de que era el hombre más hombre que ella conocÃa y se enorgulleció hasta el fondo del alma, desde donde dio gracias a Dios por ser la mujer del valiente más valiente.
Ella le inventaba cuentos. Se burlaba del XL de sus polos y le decÃa quién te ha hecho creer que tú eres Extra Large, mi valiente? Tú no llegas ni a médium
. El macho herido sacaba la recatafila de polos que leÃan obedientes: XL, XL, hasta un entusiasta XXL. Soy XL mami! Entonces ella le contó el cuento de los angelitos descosedores y cosedores de etiquetas de tallas, a eso se dedican, a cambiar M o S por XL, para hacer felices a los machos chiquitos. También le inventó un cuento que explicaba por qué las pestañas de sus lindÃsimos ojos son tan pero tan bonitas, pero ese cuento es sólo para él. Y a veces, explotando de amor no sólo le contaba sino que le cantaba, desobedeciendo asà los consejos de toda su familia: nunca cantes frente a un hombre que te guste porque cantas pésimo. Pero el valiente aguantó los cantos desorejados de su mujer muerta de amor y de risa tirada sobre su pecho.
Mientras ella le contaba o le cantaba, él la revisaba como a perro de concurso…cualquier cicatriz, marca, peca o herida pasaba por su ojo revisor….qué tienes acá? Una tarde de arrumacos lujuriosos con la tele prendida a todo volumen para no espantar a las gaviotas ella lo interrumpió con una carcajada: has oÃdo lo que ha dicho? refiriéndose a un ex presidente que aparecÃa en la pantalla declarando pachotadas, algo asà como que “el mundo es encogido y propio’. OfendidÃsimo él, no, no he oÃdo y nadie se mete en mi polvo, apagó la tele y asà las gaviotas aprendieron que un valiente y su mujer pueden volar más alto que ellas.
Asà andaban, viviendo y planeando el resto de sus vidas cuando el monstruo abominable los sorprendió por la espalda. El mismo contra el que ella perdió otra pelea ajena alguna vez.
Puede un monstruo contra un par de valientes?
U.A.
Muy bonita y bella historia …..
Un estilo fresco, sin medias tintas, ameno y romántico, es una de esas lecturas que te alegra el dÃa e invita a la reflexión. Felicitaciones!!
Espero que esta escritora, de prosa directa, relajada, audaz, irreverente, pronto nos entregue un libro
Espero que esta escritora, de prosa directa, relajada, audaz, irreverente, romántica, desenfadada, pronto nos regale un libro
Lectura fresca, humana, refleja un sentir verdadero, muy recomendable para acompañar un café!!!