Esas voces de mi cabeza

Por Lorena Salmón | 15 de octubre 2015
5 Comentarios

pensar sentir

Acabo de volver de una vacaciones en Miami. La razón principal fue asistir a un taller de yoga con un maestro al que seguía por las redes sociales y  etiquetaba como inalcanzable. Un yoda humano con capacidades contorsionistas del nivel de cualquier circo ruso o de cualquier miembro del circo del sol.

Llegué tímida a una clase de aproximadamente quince personas. Y ahí estaba él: parecía de otro planeta. Como es de Finlandia ni siquiera lo entendía bien. Generalmente he sido de aquellas que siempre se ponen en primera fila ( sin duda respondiendo a mi ego), pero esta vez fue diferente.  Me senté bien atrás, traté de no opinar y sólo escuchar.

El salón estaba repleto de gente con una práctica muy superior a la de mi nivel. La mayoría era profesores con años de enseñanza y con la convicción de que el yoga es el camino: sino eran veganos, eran vegetarianos, dominaban las técnicas de meditación, respiración y físicas de una manera excepcional y el yoga era parte completa de su vida.

¿Y yo?, pensaba, después de cada día del taller (que duraba desde las 10 hasta las 4 y 30 pm aproxidamente) en un salón sin aire acondicionado, en Miami, en la que todos sudábamos como si estuviéramos bajo una lluvia tropical ( prometo no exagerar), lo único que quería era llegar a donde me hospedaba y tomar una chela helada. O dos. Sin más.

¿Es que tanto me cuesta el compromiso? ¿Es que el compromiso de dedicarme el yoga necesariamente debe llevarme a un camino de desintoxicación pura respecto a todos mis hábitos humanos y mundanos? Me lo he venido preguntando, ¿cuándo es el momento de comprometerme a ese nivel? ¿Por qué aún me cuesta tanto? ¿Puedo hacerlo cuando tengo un marido o una familia que respeta pero no comparte ese estilo de vida?

Todas esas preguntas me daban vueltas hasta abrumarme hasta las lágrimas (¿Cuánta responsabilidad tengo yo para cambiar a mi familia: mi hija come azúcar absurdamente, mi marido carne sin arrepentimiento alguno, etc?) hasta que 10 minutos de conversaciones con quienes no me había atrevido a conversar me llevaron a la calma.

¨No trates de cambiar a nadie. Esa no es tu misión. Tu misión es encontrar TU PROPIO EQUILIBRIO. Tu camino¨. Fue la primera lección.

La segunda y considero más difícil en la vida, ¨no juzgues a los demás, ni siquiera te juzgues a ti misma¨.  ¡Qué mega difícil! En una sola noche, ya había etiquetado o puesto en nombres a muchos de los compañeros que había observado en clase sin hablarles. (Pobre mi evolución pensaba). Luego me daría cuenta que todos mis etiquetas se descosían al compartir más tiempo, sudor y energía, con cada uno de ellos.

¿Qué sucede cuándo dejamos de juzgar? !Sobretodo a nosotros! Enfocamos nuestra energía donde realmente tiene que estar dirigida: el equilibrio. No se pierde tiempo. Uno no se enfoca en cosas que nos drenen hacia afuera, sino en nutrir hacia adentro.

Un nuevo amigo de nombre Rony Ximenez me comentaba que teníamos que encontrar ese camino que nos permita comunicarnos con Dios, estar en conexión con esa matriz pura de amor. Y lo bonito que me dijo fue que había que encontrar ese silencio, ese silencio que es el momento de conexión con lo superior.

Les prometo que desde entonces me estoy sentando disciplinadamente a meditar. Claro que pienso en las tareas que tengo como ama de casa, madre, los pendientes del trabajo…. todo comienza a aparecer en mi mente y en mis oídos con esas voces que nunca paran cuando decido parar, cerrar mis ojos y respirar. Me está costando pero estoy encontrando por segundos, ese quiebre, ese momento de paz, de nada, de silencio puro, de Dios para muchos. Y  estoy más tranquila. Aquí, ya de vuelta, en Lima.

Y lo comparto porque estoy en ese proceso, de descubrimiento, de prueba, de mayor lucidez. No sé hacia donde me lleve y si radicalmente decido nunca más comer ni un animal para siempre, o de tomar alcohol, por ejemplo. Pero sé que me estoy segura que estoy en el camino correcto.

Tanto así que, promesa de Chapulín Colorado, las únicas compras que hice en Miami fue de un sostén negro ( usaba el mismo todo el año) y unos lentes de sol que realmente me protejan de los rayos. Nada más. Por un momento, me perturbé pensando: ¿no quiero nada más? Y la respuesta fue: No necesito más nada.

 

 

 



5 Responses to “Esas voces de mi cabeza”

  1. Claudia dice:

    Que hermosa experiencia, por mucho tiempo he pensado en ir al yoga y empezar a meditar y sigo posponiéndolo. Me encantan tus videos de yoga para practicarlos en mi casa! Ahora que estas meditando talvez algo que nos ayude a encontrar ese espacio.
    Suerte lore! Y si no buscas cambiar a los demas y no te juzgas, solo creces como persona posiblemente los demas vean en ti algo tan bueno que busquen crecer ellos mismos.

  2. Jmarin dice:

    Estás en el proceso de desapego 🙂 Yo también pasé por eso, es como que somos los mayores juzgadores de nosotros mismos, y si..que es lo más difícil. Facil se me hizo no juzgar a los demás y personar…pero cuándo es a uno mismo ahí está que le damos vuelta y vuelta a la mente.

  3. Mayra Chong dice:

    Hace casi dos semanas me casé; y muy aparte de haber sido el día más feliz y esperado de mi vida fue un día con muchísimo aprendizaje. Creo que a tod@s nos pasa que armamos perfectamente en nuestra cabeza cada detalle para ese día, y así fue, tres meses antes comencé a planificarlo todo en mi cabeza, tenía claro que quería algo sencillo y pequeño pero lleno de detallitos que yo misma estuve elaborando. Bueno el gran día llego 😀 …y amaneció con una torrencial lluvia, bueno lo tomé como un regalo de la vida, de Dios y que pasaría pronto, y en efecto así fue, pasó y comenzamos a decorar todo, las mesas al aire libre y coloqué todos los adornitos que había hecho, varios de papel, y cuando terminé de colocar todo se vino nuevamente la lluvia, ver todo mojarse y deshacerse me dolió, corrí a buscar a mi novio, ahora mi esposo, y lo abracé y empecé a llorar, no podía contenerlo más. La lluvia parecía que no pararía nunca y ya estaba contra el reloj. Luego de tanto llorar comenzó a calmar la lluvia y volvimos a empezar todo de nuevo a la velocidad de la luz, claro que muchos de los detalles se dañaron con la lluvia y la decoración final quedó mucho más sencilla de lo que quería, pero todo esto me dió una gran lección, muchas veces, casi siempre, me pasa que cuando quiero algo tanto o tengo un proyecto o plan que me ilusiona mucho siempre se presenta un obstáculo y suelto todo, la lluvia fue ese obstáculo que me recordó que mis sueños son más grandes y debo perseverar siempre hasta el final, hasta conseguir lo que tanto anhelo y me hace feliz.Y aunque mi decoración no quedó del todo como quería, pensé igual que tu, "No necesito más nada" para casarme y ser feliz, como sucedió fue perfecto y me lleno de mucho aprendizaje.
    Un abrazo.

    <strong><strong>Muchas gracias por compartir ese momento con nosotros, lo viví segundo a segundo. Gracias por la enseñanza, también. Un abrazo. </strong>

  4. Guadalupe Lovatón dice:

    Me encantó este post, te leo hace mucho tiempo y realmente siento que cada día "creces " también me interesa la permanente búsqueda de mi equilibrio! sigue por favor lo estás haciendo súper

  5. Maricarmen dice:

    Gracias por compartir esta experiencia.

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